Imapla revela los secretos detrás de "Lola: tooodo un día en el zoo"
La crónica del proceso de trabajo del libro Lola: tooodo un día en el zoo*
Lola habría sido una cebra si hubiera sido un
animal.
Al lado de casa está el Zoo de Barcelona. Cuando mi hijo era
pequeño íbamos de visita. Yo siempre veía a los animals enjaulados,
entre rejas, fuera de su hábitat natural. Los veía tristes, viejos,
sin pelo… Mi hijo no veía nada de eso. Él me contagiaba su alegría.
Ahí empezó algo del mundo de Lola en el zoo. Las diferentes miradas
de una misma realidad. Tenía libro y el protagonista sería una
cebra, pensé.
La cebra se cayó de la fiesta, y se convirtió en Lola
gracias a una puerta.
Cuando un día agujereé una maqueta de un libro a través de una puerta también sabía que allí había algo. Eso de atravesar físicamente una puerta y ir a descubrir lo que hay al otro lado me atrajo. Daniel Goldín, editor del libro, cuando vió la maqueta de algo que no se parece en nada a lo que ahora es Lola, pero que tenía el formato actual con la puerta, también lo debió ver porque fue un "sí" al proyecto. Tenía libro, pensé.
Cuando un día agujereé una maqueta de un libro a través de una puerta también sabía que allí había algo. Eso de atravesar físicamente una puerta y ir a descubrir lo que hay al otro lado me atrajo. Daniel Goldín, editor del libro, cuando vió la maqueta de algo que no se parece en nada a lo que ahora es Lola, pero que tenía el formato actual con la puerta, también lo debió ver porque fue un "sí" al proyecto. Tenía libro, pensé.
La puerta.
Tenía claro que la puerta sería roja, atrevida, potente, viva,
alegre.
La puerta es una frontera, un antes y un después de una misma
realidad. Eso me gustaba. Podía jugar con las dos caras de una
misma moneda, un lado y el otro, los contrarios, los opuestos, lo
bueno y lo malo, lo políticamente correcto y lo políticamente
absurdo, el tiempo, el presente y el futuro, la realidad y la
ficción, la realidad y los deseos, y lo mejor, lo mejor de todo era
su ambigüedad, porque atravesar siempre tiene dos lados, la ida y
la vuelta. Un lado y el otro en igualdad de condiciones pero
perversamente diferentes.
Así que ya sabía que los animales del zoo tenían que atravesar
la puerta para ser libres.
Lola.
Los animales serían libres gracias a alguien. Poco a poco fue
creciendo el personaje de Lola. Ella sería la protagonista. Ya no
había cebra.
Empezaron a unirse cosas. Los animales, el zoo, los deseos de
los animales y los deseos de Lola. Ya estaba, había una niña que
atravesaba para soñar. Lola era el nexo. En un lado el día, en el
otro la noche, en un lado la realidad cotidiana, en el otro lo
imaginativo, los deseos, los sueños. El sol de día, la luna por la
noche.
Empezaba a tener el esqueleto de una estructura y muchos
elementos que había ido cultivando desde la visita al zoo con mi
hijo para ir colocándolos a un lado u otro.
Un lado: el día.
Empecé por narrar el día. Era fácil. Un paseo cotidiano por el
Zoo. Cada página un animal y un juego con Lola. El gorilla asusta,
el elefante divierte, el ciervo sirve para imitar… y los animales
enjaulados, pero nunca tristes… Todo en su sitio. Me sentía libre
para escoger los animales que me vinieran en gana para hacer de la
visita un día llano y feliz. La mamá acababa de redondear el mundo
feliz de Lola y su patito de madera me serviría para jugar con
ella. Con el pato, que por cierto nadie lo sabe pero se llama Paco,
surgió un "rara avis", un pato de cuello verde, de carne y huesos,
que se enamora de Paco. Un amor imposible. Será el pato de cuello
verde, el único que se escapa del Zoo. Es lo único que surge de
forma fugaz en la parte del día.
Atravesar al otro lado.
Atravesar no fue tan fácil. Nunca lo es. Tenía claro que había
de ser sorprendente, espectacular, emocionante porque quería hacer
un libro feliz, positivo y esperanzador y partía de un día
feliz.
En esta parte, el verdadero descubrimiento fue el bosque.
Cuando encontré el bosque estuve salvada. Tenía el espacio, el
lugar. Encontré allí los secretos escondidos del bosque, los
miedos. La cuna de Lola, sus barrotes, se covertirían en árboles…y
así empezaba la historia.
Pensé en sueños, imaginación. Busqué en imágenes de cine por
eso de dejarme llevar por la ficción pero por allí no encontré la
salida.
Buscando referencias, del bosque, el lobo, la oscuridad, a
Gretel, El Patito Feo... fuí a parar a la imagen deLos músicos de
Bremen. Fue mi punto de salida para empezar a narrar la noche. Allí
vi que tenía que haber paralelismos con los animales del día. Si el
gorilla asustaba en el día, en la noche era Lola quien conseguía
asustarlo; si las coletas de Lola se convertían en los cuernos del
ciervo en el día, los cuernos del ciervo florecían cómo un bosque,
en la noche. Poco a poco el bosque empezó a coger volumen.
Todo empezaba a encajar. De hecho el bosque jugaba el mismo
papel que las jaulas en el día pero aquí eran naturales. Apareció
la tormenta (los miedos ocultos en el bosque) cómo el punto que
desencadenaría la acción. Lola lideraba el sueño y iba recogiendo a
los animals uno a uno y se iban sumando.
Al final conseguirían salir del bosque. Hay un sinfín de
momentos y piezas que van encajando en el proceso para ir
confirmando que el libro está ahí. Sin esas pausas, sin ese ir y
venir del proceso no hubiera sido posible el libro sin ningún texto
que me salvara en los momentos de apuro. El desplegable me ayudaba
a resumir la acción global y también jugué con elementos globales
como el sol que nace y se pone a lo largo de tooodo el día; o la
luna (quién no ha querido alcanzar la luna en algún momento de su
vida) que va menguando con el sueño, a lo largo de toooda la
noche.
Es una de las cosas de las que me siento más satisfecha. Haber
conseguido un volumen narrativo a través de un juego solamente con
imágenes, en un formato que ayuda a agrupar la idea inicial. El
formato me dió el punto de salida y me facilitó el punto y
final.
Lola convertida en persona empieza a tener
volumen.
Cuando ya tuve la narración, Lola dejó de ser fría y distante
formalmente. Las piezas gráficas dejaron de ser planas. Algunas
transparencias en los colores dan espacio y volumen y todo empezó a
llenarse de sentimiento. Fue un trabajo gráfico muy interesante
para mí.
Hacía tiempo que no le daba cancha al color. Mis últimos
trabajos eran con negro y uno o dos colores cómo mucho. Era la
primera vez que desarrollaba esta gráfica para realizar un proyecto
real. Ha sido un trabajo muy enriquecedor.
Lola es niña y atraviesa una puerta.
Si hay algún libro sobre el mismo tema, la puerta y atravesar
esa línea entre "un lado" y "el otro" esAlicia en el País de las
Maravillas. O Al otro lado del espejo, y lo que Alicia encontró
allí(libro que tengo pendiente de lectura).
Lola podía haberse llamado Alicia, pero no me gusta dejar tan
evidentes reflexiones adultas en libros para niños. Estan allí,
pero para estar solamente, no para contar. Las manías personales de
los autores forman parte del mundo adulto.
Sugerencias de lectura personales.
El formato de Lola es un formato un poco teatral. Cuando está
desplegado es bonito pasear alrededor de él. Hay momentos
narrativos distintos y cada lector los expresará a su manera.
Alguien verá de primeras que el sol sale y se pone, otros no. No
importa. Otros se entretendrán y verán que el jersey de Paco es de
topos y azul y el de Lola rojo, o que Lola tiene 2 coletas de 3
bolas cada una, o alguien contará las gotas de lluvia que hay en el
hipopótamo, o alguien dirá que el pato de cuello verde está triste
en la ventana de Lola, o… Está bien oir diferentes tiempos
narrativos. Aquí no hay texto que lo condicione. Las imágenes no
corresponden a un tiempo narrativo concreto.
Puede ser curioso desplazar físicamente al lector atravesando
una puerta real y trasladarlo al otro lado, para volver a sentarte
de nuevo y explicar la noche. Hacer una pausa en la lectura y
preguntar quién quiere atravesar puede ser interesante y a la vez
divertido. Igual algunos niños decidirán no
atravesar...
Ficha técnica.
Lola: tooodo un día en el zoo.
Océano Travesía, 2013.
Edición a cargo de Daniel Goldin.
ISBN: 9786074008258